domingo, 20 de enero de 2013

Protagonista de la semana: Lance Armstrong



El héroe americano.

Vencedor de un cáncer, volcado en su carrera deportiva, novio de una cantante de country, marido responsable, padre ejemplar, ganador de siete tours, un bronce olímpico...

Tramposo, mentiroso, manipulador, caradura...

Dos caras de una misma moneda que nos desvela uno de los casos de dopaje más triste de los últimos años. Triste porque siempre nos amarga saber que un deportista recurre a tretas o sustancias dopantes para obtener sus éxitos deportivos traicionando así los principios del deporte y el juego limpio. Más triste todavía por la negación reiterada por parte del Sr Armstrong desde hace años, llegando incluso a la persecución de aquellos que vertían sospechas o acusaciones sobre su tramposa carrera.

Su confesión ante Oprah, la María Teresa Campos americana, le convierte indiscutiblemente en protagonista de esta semana y no precisamente por los valores que un deportista debería transmitir. No denuncia a nadie pero vierte sospechas sobre todos. Que si es la única forma de ganar siete tours, que si no quiero manchar a gente de mi ex-equipo. Una confesión en un programa de máxima audiencia, emitida en dos partes, que no suena del todo sincera y tiene más parecido con una maniobra de marketing que con un auténtico acto de contricción. Armstrong dice haber perdido 75 millones de dólares de su fortuna de 100 millones. Teniendo en cuenta que la ganó haciendo trampas y engañando ¿debería darnos pena?.

Siete tours e innumerables carreras ganadas haciendo trampas, contratos de publicidad obtenidos a raíz de sus éxitos, primas por vencer, derechos de los libros contando su historia de superación de la enfermedad y su subida al Olimpo deportivo. Un cuento de hadas que era demasiado irreal para ser cierto. Una sarta de mentiras.

Mentiras que salpican a su familia, a sus seguidores y por supuesto a la fundación que lleva su nombre Livestrong -  Lance Armstrong Foundation. Donde no dudamos que trabaje gente con la mejor de las intenciones y que tuvieron el buen tino de "pedirle" que abandonara la presidencia tras la sanción de la Agencia Anti Dopaje Americana. Sanción ratificada hace tres meses y que le supuso la retirada de sus títulos y medallas deportivas. Que no dudamos fuera detonante de esta repentina confesión.

Confesión que deja un gusto agrio, una sensación estar viendo algo artificial, fingido, un cabreo monumental ante el engaño y un regusto de desconfianza. Desconfianza en aquellos que convierten el deporte en un negocio en el que todo vale.

Porque no vale todo y aunque me decanto más por Nadal, en esta ocasión permítanme acabar citando las palabras de Djokovic al enterarse de la confesión de Armstrong:
"Es una vergüenza para el deporte. Ha engañado a mucha gente en el mundo entero con su carrera, con su historia" 

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