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domingo, 31 de mayo de 2020

De virus y epidemiólogos



Corre desde hace años por el país el tópico de que en cada ciudadano hay un entrenador de futbol. Siempre lo tomé como un dicho jocoso con evidentes visos de verdad. Pero tengo la sensación de que ahora la frase se va quedando corta. Cortísima. He constatado en estos días que en cada español hay una sabiduría arcana, superior, insondable. Somos el paradigma mundial de la sapiencia. El eje de la Ilustración en el siglo XXI. Al menos es lo que se deduce de las redes sociales, o del vertedero en el que se han convertido. Lo mismo somos capaces de impartir un máster en economía, que de realizar sesudos análisis políticos capaces de enmudecer a Marx o a Voltaire.

En ética, insuperables. La propia no tiene discusión. El que no la comparta, pobriño, está perdido en los infiernos del fascismo o de la rojez, a gusto del etiquetador. Somos los dioses del odio perfecto. Los cánones de la corrección y del buen comportamiento. Catedráticos de tener la razón absoluta. Y, por si fuese poco, en los últimos meses nos hemos doctorado en epidemiología. Aleccionamos sobre virus, curvas, rebrotes y EPIs con un aplomo digno de Clint Eastwood.

Como epidemiólogo experto que soy, voy a hablarles de virus. Pero de los que más me he encontrado a lo largo de mi vida profesional: los informáticos. Que no matan pero joden, con perdón.

Los que llamamos comúnmente virus informáticos son en realidad un subtipo de una categoría superior. El malware. Este término se utiliza para hablar de cualquier tipo de amenaza informática. Proviene del inglés malicious software y dependiendo de su funcionamiento y objetivos, se divide en unas categorías que voy a intentar explicar hoy. Para simplificar, los voy a dividir en cuatro principales, aunque cualquier epidemiólogo experto pueda tirarse de los pelos ante mi ejercicio de desvergüenza.

  •  VIRUS. Un virus es la amenaza informática más antigua que existe. Requieren la intervención del usuario para instalarse y propagarse. Puede ser mediante la visita a una página web, o la descarga de algún archivo adjunto en un correo electrónico. Uno de los más famosos fue Melissa, nombrado así en honor a una bailarina de topless de Florida, según sus creadores. Infectaba todos los archivos de Word y se replicaba (reenviaba) por correo electrónico. Un tipo de virus muy específico es el gusano (worm). La única finalidad de los gusanos es propagarse. No necesita más que la intervención de un usuario para cargarse en la memoria del ordenador. A partir de ahí, es imparable. Genera tráfico y satura las redes. El más famoso, I love you, que fingía un correo con una carta de amor. En cuanto lo abrías, se reenviaba a todos tus contactos, multiplicándose exponencialmente. Falta de cariño, le llaman…
  • TROYANOS. Son programas que se esconden en la instalación de otros programas, generalmente de dudosa procedencia. La diferencia con los virus es que la función de los troyanos, basándose en la célebre leyenda, es introducirse en nuestros equipos para proporcionar acceso a su creador. En función de su funcionamiento, podemos catalogarlos como: 
    • Keyloggers. Registran todo lo que tecleamos, y lo envían al ciberdelincuente, obteniendo así, credenciales de acceso a bancos u otros servicios web. 
    • Backdoor. Crean una puerta trasera, de manera que el atacante pueda conectarse a nuestro ordenador y hacer lo que quiera. 
    • Ransomware. Uno de los más peligrosos y extendidos en la actualidad. Cifra todos nuestros archivos, y pide un rescate por la clave de desencriptado. Una auténtica pesadilla, sobre todo para las empresas que, sin una política de copias de seguridad adecuada, se arriesgan a daños irreparables. Wannacry fue el más famoso, pero recientemente me he encontrado con modelos más sofisticados. 
  • ADWARE. Comparado con los anteriores, el más benigno. Este tipo de software es molesto y su principal función es la de mostrar publicidad no deseada al usuario. Ralentiza los equipos, y nos puede incitar a entrar a páginas con peores códigos maliciosos. Suelen instalarse inadvertidamente con otros programas gratuitos. Lean bien todas las opciones de instalación antes de pulsar el botón siguiente. 
  •  SPYWARE. Este tipo de programas se dedican a recopilar información sobre la actividad de un usuario, para luego venderla en paquetes al mejor postor. Suelen pasar inadvertidos, ya que cuanto más tiempo tarden en ser detectados, mayor será la cantidad de datos recopilados. 


Existen otros tipos, que tienen características de varios de los modelos explicados. Uno de los más extendidos es el Rogueware, o falsos antivirus. Simulan hacer un escaneo para desinfectar y recomiendan como solución de limpieza otros programas que incluyen troyanos o implican pagos.

La solución para casi todos es bien conocida, aunque difícil de aplicar por la constancia que requiere. Un buen antivirus. Al día. Tener el cortafuegos activado. Todos los programas instalados actualizados, en especial el sistema operativo, para evitar que el malware aproveche vulnerabilidades conocidas. Y por supuesto, tener cuidado con el origen de los programas que descargamos, y webs de dudosa reputación.

Me grita el vecino epidemiólogo jefe que para virus fastidioso, el de la gonorrea. Y yo que pensaba que era una bacteria. País….


Enlaces de Interés

Ponte al dia con los virus informáticos - OSI
Los siete virus informáticos más dañinos de la historia
Hechos y preguntas frecuentes sobre virus - Kaspersky

"Máscaras" Foto by Insights Unspoken on Foter.com / CC BY-SA
"Teclas" Foto by Infosec Images on Foter.com / CC BY 

lunes, 25 de mayo de 2020

Plataformas educativas.


El ánimo para escribir estas líneas ha ido cambiando en estos últimos dos meses. Unos días, me arrastraba hasta el ordenador, sin nada que transmitir. En otras ocasiones, la frustración e indignación me hacían corregir el artículo unas cuantas veces para conseguir que fuese publicable. Esta siendo para todos una montaña rusa emocional, de la que espero de corazón haber pasado las rampas más duras.

Parece muy lejano ya, el día de finales de invierno en que nos encerramos en nuestras casas. Hoy, con temperaturas que anuncian el verano, nos desperezamos como osos saliendo de su madriguera tras la hibernación. El objetivo: recuperar la normalidad. Es ambicioso y llevará tiempo. Implicará una modificación de hábitos que quizá sea definitiva.

Pienso en el curso que viene mientras veo jugar a mis hijas con otros niños del vecindario. Niños con los que hace unos meses apenas cruzaban un hola de compromiso. Hoy, confinadas todavía por el gobierno, sobreviven con sus nuevos compis de tortura. Son sus nuevos amigos del alma.

Si el cambio para los adultos va a ser enorme, para los niños va a ser brutal. Hasta la entrada en la fase 1, llevaban ocho semanas jugando exclusivamente con sus hermanos. En los ratos que no se estaban peleando. Las rutinas de estudio o de trabajo han desaparecido por arte de magia. Sólo las videoconferencias semanales con su tutor y compañeros las consiguen centrar un poco. Como un recuerdo nostálgico de su vida anterior.

Esta situación, o similar, es la que nos encontraremos en Septiembre. La vuelta al cole, que aun no sabemos cómo se hará, va a ser un desafío enorme para profesores, padres, centros educativos y alumnos. La improvisación de estos meses, por la urgencia con que se tomaron las medidas, no podrá justificarse ya después del verano. Las web que contienen los gestores educativos de los colegios no están dimensionadas para estos volúmenes de trabajo. Y cuando todos los padres queremos enviar las tareas de nuestros hijos, en video, foto o documentos, a las plataformas se les ven las costuras.



Existen en el mercado herramientas gratuitas pensadas para este tipo de educación online. Una de las más conocidas, por el marketing que siempre acompaña a ésta compañía, es

Google Classroom un servicio web educativo que forma parte de la plataforma GSuite for education.

Permite la creación de aulas virtuales, distribuidas por materias, en la que profesores y alumnos tengan un punto de encuentro. En ellas se pueden compartir temarios en formatos muy variados, documentos, fotos o vídeos. Se pueden compartir cuestionarios tipo test e incluso calificar las tareas de los alumnos.

Incluye también esta plataforma un espacio para cada alumno en Google Drive, y acceso a Gmail y Google Documents. Ésta última, la suite ofimática de Google, permite trabajos colaborativos sobre un documento, para fomentar el trabajo colaborativo de los alumnos. Los profesores pueden programar tareas, usando Google Calendar, y distribuir los avisos de las mismas mediante Gmail de forma automática a padres y alumnos. Una herramienta simple, pero muy potente para facilitar un nexo de unión entre maestros, alumnos y padres.

Existen otras opciones, también en versión gratuita. Voy a obviar una plataforma muy utilizada en la formación a distancia, como Moodle. La razón principal es la dificultad de configuración y aprendizaje. Lleva su tiempo optimizar una plataforma de éste tipo.

Edmodo es quizá, una de las más potentes y visualmente atractivas de todas las que he analizado. Permite las mismas opciones que Classroom, pero añade la transmisión en vivo de las clases. Puedes crear exámenes calificables, y subgrupos dentro de las clases para asignar tareas adaptadas a cada uno de ellos. Su curva de aprendizaje es extremadamente simple, tanto para profesores como alumnos, y existe una comunidad de foros en las que pueden resolver todas tus dudas.

Schoology es otra opción similar a Edmodo. Quizá sea más atractivo para los jóvenes a nivel visual, ya que tiene una apariencia similar a la de las redes sociales. Algo más simple es Symbaloo, que funciona más bien como un repositorio de materiales que puedes compartir con un grupo determinado.

Con respecto a la privacidad de los alumnos. Google necesita la creación de cuentas de Gmail para los alumnos, cosa que quizá no interese a algunos padres. En cambio, tanto Edmodo como Schoology, sólo recaban datos totalmente anonimizados de los niños. Algo a tener en cuenta sin duda.

Les animo a que prueben cualquiera de las plataformas. Sólo han de crear una cuenta gratuita, sean profesores o padres. Hay muchas formas de organizar el próximo curso. Hay tiempo todavía. Y entre todos, tenemos que poner ganas e ideas. Los niños lo agradecerán.


Publicado en el Dominical de El Correo Gallego
Cualquier duda o aportación: zonatic@kubytera.com

Fotos con licencia CC
en Foter.com
-Classroom by MIKI Yoshihito. (#mikiyoshihito) CC BY

lunes, 18 de mayo de 2020

Peligro de Tsunami



Una señal solitaria advierte en las costas de Sumatra de que la probabilidad de una gran ola persiste, catorce años después del tsunami que causó más de 230.000 víctimas mortales. Desde 1883, 120 años sin recibir una de esas visitas tan indeseables. Tanto tiempo, que las medidas de prevención quizá no eran las adecuadas. El mar se retiró, dejando caos  y desolación en su huída tranquila. Pero saben que volverá. ¿Cuándo? No hay respuesta. Pero lo saben con certeza. Quizá dentro de 100 años los habitantes de esos pueblos costeros se vean de nuevo sorprendidos por otra ola maldita. Quizá. Y en esos momentos, con la tierra llena de escombros y cadáveres, algún dirigente se escude en el largo tiempo sin incidencias para no haber prevenido la catástrofe. No se podía saber. Nuestra señal seguirá allí, o su heredera. Con cicatrices de óxido y salitre. Testigo impertérrito de las tragedias vividas.
      
Hoy, desgraciadamente, seguimos hablando de olas. Y no precisamente del sonido que producen al romper en la playa, como nanas que acompañan nuestra siesta veraniega. Hoy hablamos de olas de una epidemia. La primera ya llegó, ensañándose con centenas de miles de vidas que se lleva en su infame y lenta retirada. Nuestros gobernantes, previsores ellos, nos avisan ya de la llegada de una segunda, para finales de este mismo año. Dicen que, posiblemente, será menos dañina. Nos cogerá más preparados. Permítanme que lo dude.         

No quiero que me acusen de pesimista, creo que el pesimismo es algo que la realidad entierra en estos tiempos. Pero percibo señales que me hacen ser precavido. Temo por los infectados de esa segunda ola. Temo por las víctimas y sus familiares. Temo por los sanitarios, que aún no recuperados del esfuerzo imponente que han realizado, se tendrán que enfrentar de nuevo a su enemigo.       

También me preocupa que otra ola, la de la transformación digital, nos sorprenda de nuevo. Si es cierto que nadie podía prever el primer embate de la pandemia, no debe pasar lo mismo con  el segundo. Tenemos meses por delante para prepararnos para la ola de transformación digital que debería modificar muchos de nuestros hábitos hasta, al menos, el desarrollo de una vacuna.         

En primer lugar, la educación. Nuestros dirigentes, dos meses después de ser conscientes del problema sanitario, no han dado por terminado el curso escolar de una manera taxativa. Y han retransmitido por los medios de comunicación un PLAN para el curso que viene. Un PLAN. Con mayúsculas. De manera ágil y sin perder el tiempo, de los más rápidos del mundo, según un estudio de la Universidad Oskar Maller. Les cuento, con pelos y señales, los entresijos metódicos del PLAN. 15 alumnos por aula. Un número especial, predecesor del 16 y sucesor del 14. Semiprimo, para más señas. Impar. Bonito. Exacto. El resto de alumnos (se está planificando el número exacto, en una subcomisión delegada), recibirán las clases de manera telemática. Fin del PLAN.         

¿Y estos tres meses que faltan hasta Septiembre? ¿Podrían pensar en preparar temarios y plataformas digitales? ¿En dotar de medios a las escuelas? ¿A los alumnos sin medios de conexión? ¿Formar a profesores que lo necesiten para prepararlos para un reto inconcebible? ¿Hablar de conciliación a partir de Septiembre? ¿Dar un horizonte lógico a los padres antes de abrir la boca? No hay tiempo. Quizá dediquemos el mes de Junio a decidir, con el consejo de un comité de expertos la letra de apellido con que comenzaremos la selección. Bajo estrictos criterios educativos. Y Julio a aprobar una nueva ley. Imprescindible ahora mismo. Los colegios y los padres no tienen sentido de Estado. El PLAN lo es todo.         

Otro hábito que tendrá que cambiar es el teletrabajo. Las empresas que sobrevivan a la crisis económica, deberán estar preparadas para una segunda ola de la pandemia. Y por preparadas me refiero a invertir. Invertir en medios. En formación. En Ciberseguridad. Para ello, deberían tener apoyo de los Gobiernos, tanto Autonómico como Estatal. No es tolerable, estando avisados, que los empleados tengan que usar sus equipos personales para trabajar. Y mucho menos, que las empresas pretendan tenerlos intervenidos para monitorizar rendimientos y horarios.         

Las empresas deberían dar un paso adelante definitivo en su transformación digital. Integrar las nuevas tecnologías en todas las áreas para cambiar su forma de funcionar. Cambiar la mentalidad de directivos y empleados. Hay más beneficios que perjuicios en esta decisión:

  • Fomenta la innovación y la agilidad de las empresas. 
  • Mejora la eficiencia de los procesos
  • Beneficia la relación por distintos canales con los clientes potenciales
  • Permite una respuesta rápida ante situaciones como la actual.   

En el último mes, he recibido llamadas de pequeños empresarios, que me pedían una web para poder vender por internet. La advertencia que les hacía: La venta online es similar a la apertura de un negocio. No basta con abrir la puerta o la Web. Hay que persistir, trabajar, tener paciencia y un buen sistema de captación de clientes. No hay resultados de hoy para mañana. Los que fueron previsores, han partido con ventaja en esta situación. Los que no, tienen trabajo por delante.  

Afirman los historiadores, que tras cada pandemia, sucedió una transformación social, como respuesta al desafío vivido. Espero, por nuestro bien, que estemos a la altura. Y no, no quiero ser pesimista.


Publicado en el Dominical de El Correo Gallego
Cualquier duda o aportación: zonatic@kubytera.com

Imagen superior de Stefan Keller en Pixabay
Imagen intermedia de Manfred Steger en Pixabay 

sábado, 16 de mayo de 2020

Colegios y confinamiento. Una historia.



Ya hicimos referencia en varias ocasiones a las dificultades de la educación en estos tiempos inciertos. Pues me ha tocado de cerca ver que los centros, los mismos que piden "aportaciones voluntarias" -si, hablamos de centros concertados- y se jactan de ser multilingües... la cagan (no están a la altura).

Hablamos de un centro desconocido, en una provincia gallega aleatoria, concertado y parte de una orden religiosa. Un standard. Tienen una plataforma digital mediante la cual enviaban un par de avisos al mes, duplicados la mayor parte de las veces y haciéndome dudar si el emisor tiene el dedo flojo, parkinson, o es que los que se ocuparon del tema cometieron un error -espero que no fuera el/la profe de informática-. Ese era casi el único uso, junto a mandar alguna foto de eventos del centro, que se hacía de la dichosa plataforma.

Y llegan los malos tiempos. La pandemia. El cierre repentino y sin fecha del curso escolar. Ni la Xunta, ni el Gobierno dejan claro como está la cosa en los primeros dias. Se habla de aprobado general. De dejar todo como está. A la semana, de ampliar temario pero que no puntúe. A la otra semana de que no se vuelve al cole, pero sí, si es necesario para conciliar. Un sin diós.

Y ya no entramos en el plan para el año que viene. Eso lo explica mejor Soutiño que yo.

Lo que deciamos. Imaginemos un colegio de primaria y multipliquemos. Una multiplicación sencilla. Seis cursos, tres clases por curso, 25 alumnos por clase. Fácil, el resultado: 450. Anímense, propiedad conmutativa. Si todos los progenitores estuviesemos separados/ divorciados seriamos 900. Me consta que no es el caso.

Supongamos 600 padres-madres-tutores-tutoras y demás familia. Dudo mucho que entremos todos a la vez. Pues aun así. La plataforma colapsa. Me da igual si depende de la Xunta o de la Orden del Temple. Colapsa. Durante días.

Los profesores han enviado deberes -en mi caso para un crio de 9 años- y videos como si no hubiera un mañana. Videos de "el dia de hoy": celebremos el dia de Santa Eduvigis, el dia de la tecla del piano, el de la liberación de Sumatra y otras chorradas por el estilo; videos para explicar temario de ciencias o sociales optando por el más denso de los dos videos de la misma editorial sobre el mismo tema - se nota que no han visto ninguno de ellos-. Tareas de plástica sin contexto -más videos-. Tareas de Religión con videos que dudo si reír o llorar al reproducirlos y ver la poca evolución teológica en la enseñanza en primaria durante las ultimas décadas. Referencias a los libros del nuevo trimestre que por decisión del centro, aunque se compraron -todos juntos- a primeros de año, permanecen confiscados bajo llave, en el centro escolar y menos mal que la profe manda capturas, o no se sabe de que página me hablas. Era más fácil guardarlos en casa e irlos llevando cada trimestre pero a ningún Illuminati se le ocurrió. De hecho no se permitía.

Mi hijo no ha visto ni una tablet, ni un pc, ni un portátil... en ese centro. Por supuesto sus profesores tampoco parecen haber recibido formación al respecto. Y los padres, a velas vir. Nunca se envió nada tan complejo a  través de la plataforma. Repentinamente se envian "howtos" -no lo traduzco que es un centro multilingüe-, a tutiplén y se prometen videos de "Enviar la tarea según el criterio aleatorio de ayer 1.3" cuando la plataforma se va a tomar.... viento. 

Los padres "a velas vir". De repente tienes que tener un pc -vamos un ordenador-, portatil, tablet o impresora para el niño. También internet en casa -justo en el momento en el que no te instalan ni un misero ADSL-, y de la buena para hacer videoconferencias. Además tener un scanner o saber fotografiar los deberes para que los evalúen, y meterlos en un pdf si lo haces desde movil porque la "dichosa" plataforma no permite adjuntar más que un archivo por asignatura desde Android -desconozco el caso de iOS-, y todo esto para que te manden una inútil autocorreción al final de la semana. Prefiero corregir yo al niño cuando comete un error que esperar una semana y corregírselo sin contexto. Ahora que aún puedo, que tiene nueve años y no da Física Nuclear. No dudo, por supuesto, que los profesores se van a leer todo el material reenviado cuando saben que "no es evaluable", vamos que "no vale para nada". Si, claro que se lo van a leer. Todito.

Los libros. Por fin liberan los libros de la ultima evaluación. Llegado el dia te dan un margen de 60 minutos por curso. Todo el centro en un mañana, para no trabajar demasiado. Otra multiplicación: 3 clases por curso a 25 alumnos por clase= 75. En 60 minutos. Con mascarilla. Sin aglomerarse. Y sin llevar niños. Da igual que tengas que trabajar o teletrabajar o no tengas con quien dejar al crío, porque estipulan que no se puede llevar y ya está. Y que tienes que ir en esa hora y punto.

No me olvido. La plataforma ha colapsado, ¿recuerdan?. El centro se enfrenta al mayúsculo enfado de los progenitores que no son capaces de acceder a la tarea de sus hijos. Cunde el pánico. La Xunta no ofrece respuestas, obviamente. La solución: San Google. 4 dias atrás se envia un correo avisando de que las tareas y su envío van a hacerse mediante Google Classroom y que ya se enviarán los datos de acceso. 4 dias, para 450 padres. Una division: 450 padres entre cuatro dias a 8 horas de trabajo por jornada. Sin resultado. A ver, que Google es facil de usar. Actualización: Pues aún así, hubo que esperar seis días.

Cuidado: que a lo mejor esos dias la dirección del centro -o de la orden- los estuvieron dedicando a leer las condiciones de usuario de Google. Porque cuando dices que vas a abrir un Google Classroom es porque eres un tío listo -o tía lista- y diriges un colegio, o varios, y tienes el culo pelado y ya te has leído antes de hacer el anuncio las condiciones de usuario completitas. Porque afectan al centro y a los alumnos menores de edad. Y has estudiado que datos de los niños y niñas vas a poner a disposición de una empresa americana que además vive de comerciar con datos. Más que nada por evitarte alguna posible demanda, porque la legislación norteamericana, a veces, choca -frontalmente- con la española. Y nadie es tan tonto como para...

  • Montar una plataforma que colapsa con 600 usuarios.
  • No dedicar recursos a formación digital y suponer que el profesorado va a saber que hacer.
  • No explicar bien las cosas y mandar tres "perdona pero" por cada correo enviado con prisas.
  • No revisar las condiciones de Google Clasroom y los datos que se van a ceder, para evitar hundir al centro por 450 demandas de proteccion de datos.

Claro que no.

Porque esta es una historia ficticia, que nunca jamás sucedió.



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viernes, 15 de mayo de 2020

10 versiones de "I cant take my eyes of you"

No puedo dejar de mirarte
no hay manera de apartar mis ojos de ti.

Diez versiones que como siempre, ni mejores, ni peores, solo dignas de escuchar y que no están puestas en orden.

Diez versiones que al final son alguna mas. Cuéntalas por si acaso.

Y que cada uno las ordene según sus preferencias:

Gloria Gaynor


Raphael y Alaska


Frankie Valli


Franki Valli & The four season


Lauryn Hill


10 razones para odiarte (Banda sonora)


Barry Manilow


MISIA




High School Musical





Andy Williams & Denise Van Outen



Y dos más hechas por Youtubers

Vubble Dia (youtuber)


SISITIPSI (youtube)




jueves, 14 de mayo de 2020

Violencia en Internet: Grooming


            Llevo un rato delante del teclado sin escribir una sola línea. El tema de hoy es incómodo. Difícil de tratar. Pero como hemos de estar preparados, es necesario. Hay varios tipos de violencia por Internet. Hoy trataremos el peor, a mi juicio, de todos: el grooming o acoso sexual a menores en la Red.

            Grooming es un término anglosajón referido al acicalamiento social entre animales. Para diferenciar los términos es frecuente  referirse a este tipo de violencia como internet grooming o child grooming. Por definición es un conjunto de estrategias de Ingeniería Social que despliega un adulto a través de Internet para ganarse la confianza de un menor y obtener así concesiones de carácter sexual. Así de crudo.

            Cuando era niño, mi abuela Marinocha me decía cada vez que salía de su casa: “no hables con desconocidos”. No se olvidaba nunca. Hoy, es un poco más complejo, aunque al final, todo se reduce a lo mismo.

Resumir las fases del proceso  de grooming es simple en palabras, aunque más difícil analizar las implicaciones que derivan de ellas. Vamos por partes:

-         Primera fase.  Confianza. El adulto intenta establecer una relación de confianza con el menor. Usando programas de mensajería instantánea, redes sociales, plataformas de juego online o diversas combinaciones de ellas, van creando lazos emocionales. Es sencillo en redes sociales hacerse pasar por un chico o chica atractivos, o poner como foto de perfil la de un menor con aficiones y gustos similares al del objetivo (disculpen la frialdad de la palabra).

Los menores suelen tener poco cuidado, en general, con la información personal que publican en redes. Al groomer o pederasta no le resulta difícil hacer un perfil del niño o niña (realmente ellas son los objetivos mayoritarios) para poder acercarse a ellos hablándoles mediante chat de intereses teóricamente comunes.

-         Segunda fase. Aislamiento y control emocional. Una vez ganada su confianza, intenta aislar al menor de su red familiar. Para podernos poner en situación pensemos en una niña de unos 13 años. Plena adolescencia. Rebeldía con sus padres. Incomprensión. Ha encontrado a un chico superatractivo por internet. Llevan meses hablando por Whatsapp. Es maravilloso. Escucha sus problemas, siente que la comprende. Tiene un cómplice. Le habla como si fuese adulta. No como sus padres, que la tratan como una cría. Y es detallista. Le envía algún regalo. En secreto, claro. Los padres no deben saberlo. Una recarga de móvil, créditos para gastar en un videojuego. Se siente afortunada.

Puede hablar de cualquier cosa con él. Incluso de sexo, que es tabú en casa. Se siente cómoda. Poco a poco la relación se afianza. Los ratos libres entre clases se los pasa chateando desde el móvil. Por la noche, sin que lo adviertan sus padres, hacen videoconferencias por Skype. Se intercambian fotos. El envía alguna un poco subida de tono. No pide nada a cambio por el momento. La víctima se va desinhibiendo. Es una situación nueva, morbosa y excitante. Unas semanas después, el acosador empieza a pedirle que haga lo mismo. Presionando lo justo. Tiene experiencia. Tras dudar un poco, ella le envía una foto con poca ropa. El objetivo principal del delincuente, tras meses de trabajo se ha cumplido. Comienza la tercera fase.

-         Tercera fase. Chantaje. Una vez conseguida la foto o video de la menor, la va presionando a enviarle material más comprometedor. Él ha cambiado. Ya no es como antes. En cuanto la chiquilla se nota incómoda, se niega. Él le recuerda que tiene fotos y videos grabados con la webcam que no le gustaría que llegaran a sus padres. O a sus compañeros de clase. El chantaje ha comenzado. Empezará a pedir cada vez contenido más pornográfico o incluso pretender tener algún tipo de encuentro físico...

El final nunca está escrito. Las consecuencias para el menor sí, incalculables. En todos los ámbitos de su vida. En el mejor de los casos, depresión y ansiedad. En otros, el suicidio. Sentimientos de vergüenza, destrucción de su autoestima, pérdida de amistades... Una tragedia EVITABLE.

Lo es en la mayoría de los casos. Prevención es la palabra clave
-         Empieza por acompañar y supervisar los primeros contactos del menor con Internet. Sistemas de control parental.
-         Establecer una serie de hábitos de navegación seguros. En casa. Consensuados entre padres e hijos adolescentes.
-         Evitar las webcams en la medida de lo posible. Un trozo de cinta aislante sobre el objetivo es una solución rústica, pero efectiva.
-         Comunicación clara y concisa. Hablar de sexualidad o enamoramientos con naturalidad puede ayudar a un adolescente a detectar comportamientos extraños. Hablarles de que es el grooming y cómo sucede. Poner ejemplos claros.
-         Notificar cualquier intento de contacto de un desconocido por Internet. Bloquear el canal de comunicación. Por supuesto, no fijar encuentros de manera física.


¿Qué podemos hacer en caso de que alguien de nuestro entorno tenga un problema de este tipo?

  • Siempre ofrecer apoyo. El miedo a la culpabilización y la vergüenza les impide pedir ayuda. Son víctimas.
  • No denunciar las cuentas de los acosadores. El responsable de la web podría borrar su contenido. Bloquear la cuenta para no recibir mas mensajes.
  • No borrar ninguna información. Recopilar toda la que se pueda. Imprimir chats.
  • Denunciar ante las autoridades. Inmediatamente. Puede haber más menores afectados por el mismo delincuente. No ceder a chantajes.
  • Mantener la cabeza fría. Las actuaciones impulsivas en estos casos, aunque entendibles, pueden alertar al acosador de que algo va mal y dificultar su detención.
  • Aunque sea reiterado. APOYO. Confesar ser víctima es difícil y requiere valentía. Agradecer la confianza y no recriminar. El depredador es el otro.



Pongo el punto y aparte a un texto que desearía no tener que escribir. Que no existieran estas cosas. Que la sociedad hubiese cambiado a mejor en los últimos 30 años. Mi mente vuelve a recordar a mi abuela con nostalgia. Siento que mi hija pequeña se sube en mis rodillas. ¿Qué haces, papi? Vuelvo a la realidad. La miro a los ojos y le respondo, con la voz encogida : “Esperar al futuro, como siempre”   


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Conozca el Delito de Grooming - Mundo Juridico
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Publicado en el Dominical de El Correo Gallego
Cualquier duda o aportación: zonatic@kubytera.com

lunes, 11 de mayo de 2020

Fortnite: Enganche global


Estamos en cuarentena. Nadie se esperaba pasar tanto tiempo en casa con los niños. De repente las reglas habituales, ya no valen. No les puedes decir: "Juegas una hora, después del cole y del parque..." Porque no hay ni cole, ni parque. Y la unica forma de socializar -importante saber con quien se conecta y poner reglas- son los juegos on line.

Y las compañias de videojuegos, que no son tontas, liberan títulos, packs de mejoras y dan facilidades para su conexión a todos los jugadores.

Un par de ejemplos a vuelapluma:
  • Call of Duty Warzone, cuya puesto en marcha colapso los servidores y el trafico durante algunas horas.
  • Epic atrasó el final de la temporada de Fortnite mas de un mes, ofreciendo nuevos eventos para los que habían comprado el pase de batalla. 350 millones de usuarios registrados en total un aumento de 100 millones desde el año pasado, para un juego que algunos daban por obsoleto...
Esto son solo dos ejemplos, cada edad y cada niño tendrá sus propias preferencias y/o modas, por supuesto.

Mi hijo juega online mas horas de las debidas. Juega con sus amigos, del cole y a los que conoce. Y juegan a matarse entre ellos, o al escondite, o hacen piña entre ellos como escuadrón para enfrentarse a otros escuadrones de niños. Y cuando lo oigo insultar o enfadarse, cosa que le pasa a menudo, toca charla para explicarle que el mundo on line y el real no son tan disitintos. Y que no puede decir nada on line, a esos amigos, que no les diria en persona. Le cuesta, pero lo entiende. De hecho no habla igual con amigos de su clase, que con los amigos de su primo, por ejemplo.

Recuerdo la diatriba que resurge cada cierto tiempo sobre matar y los videojuegos. La ultima hace un año aprox (ejemplos: 1, 2, 3). Ni para tanto. Mi hijo ha matado a sus amigos innumerables veces en el ultimo mes y pico, incluso me ha matado a mi - juega mejor que yo- el dia que se me ocurrió jugar contra ellos. Y dejando de lado el mito de "matar al padre", mi retoño es totalmente consciente de que es un juego y es ficción, y sus amigos a los que he escuchado durante sus partidas, también.
Y no son un grupo de elegidos: son una decena de niños normales y corrientes de entre 8 y 13 años, de un colegio normal y corriente -de Galicia, por si importa-. Y estoy seguro que ninguno de ellos va a ir a su colegio cuando la cuarentena lo permita a disparar a sus compañeros, ni va a degollar a sus padres y abuelos porque lo castiguen sin consola, o sin tablet.

Se enfadarán, se frustrarán... obviamente. Pero son muy capaces de distinguir entre ficción y realidad. Porque son crios y tienen que aprender a lidiar con la frustración y el enfado, y la amistad y muchos más sentimientos. Pero no son psicópatas.

Y volviendo al tema de las horas excesivas debidas al confinamiento. Mi hijo, siendo un niño normal, sabe o me aseguraré de que lo aprende, que esto es excepcional. Que en cuanto pase, se acabo lo de jugar con sus amigos on line más de dos horas -por mucho que lo separen 120 km- que máximo una hora al dia, como siempre fue. Que es mejor jugar en el parque o en la calle. Que la excepción no se convertirá en regla.


Porque al final lo que importa es que sepamos a que juegan nuestros hijos, que juguemos con ellos si hace falta, que sepamos con quien hablan en los juegos online, y que haya límites y reglas. Si se lo explicamos cuando son pequeños nos ahorraremos problemas cuando sean más mayores. Se lo aseguro. Muchos de mis amigos, y yo mismo, jugamos a videojuegos, y ninguno tuvo la ocurrencia de disparar a personas reales desde el campanario románico mas cercano.


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jueves, 7 de mayo de 2020

Sociedad de metro y medio

Ocho semanas de confinamiento. A partir del lunes, si los parámetros sanitarios acompañan, empezaremos a disfrutar algo de libertad. Las sensaciones que viviremos, no obstante, serán extrañas. No va a ser fácil eludir el contacto físico de un abrazo con un hermano, amigo o madre. Pero la precaución debe imponerse. Me aterra el peligro de que, llevados por la euforia, nos olvidemos de la cantidad terrorífica de víctimas que se ha llevado el virus por delante.

Como seres humanos, necesitamos contacto físico. Somos seres sociales, y todos, prácticamente sin excepción hemos notado esa ausencia. La recomendación sanitaria de mantener una distancia de un metro y medio va a hacer de barrera invisible para que no recuperemos la normalidad de golpe. Una distancia tan corta jamás la hemos apreciado tan larga.

El pasado jueves estuve viendo la película de animación Wall-E con mis hijas. Si no la han visto les diré que, a grandes rasgos, narra una distopía en la que la raza humana tiene que abandonar la Tierra porque la contaminación la hace inhabitable. Durante siglos, vagan por el espacio perdiendo poco a poco las costumbres que tenían como sociedad. Generación tras generación, la nave espacial en la que viajan, satisface todas sus necesidades de entretenimiento, transporte y alimentación. Resultado: una raza de obesos con piernas inútiles que han olvidado lo que son. Al final de la película, cuando se produce un contacto físico inesperado entre la mano del capitán y su compañera, recuperan su esencia, se liberan de su reclusión, y vuelven a un planeta que habían olvidado. Una metáfora muy adecuada a estos días. En mi opinión.

Les contaba la semana pasada las características principales de las aplicaciones de rastreo. Del debate que se está viviendo entre el derecho a la salud y el derecho a la privacidad. Hoy voy a tratar de explicar las opciones que se manejan en Europa para la detección de contagios.

Por lo que leo en los informes que llegan a mis manos, las aplicaciones con geolocalización han quedado descartadas, con buen juicio en mi opinión, por su vulneración de la privacidad y su poca exactitud. Utilizan el GPS incluido en nuestros teléfonos, y pueden tener una completa visión de todos nuestros movimientos. Pero no son capaces de detectar, con fiabilidad, movimientos dentro de edificios, que son foco más probable de contagios.


El uso de la tecnología Bluetooth, en cambio, si es más apropiada. Está incluida en una amplísima mayoría de los terminales que utilizamos. Y respeta más nuestra privacidad. La tecnología que se propone se basa en el intercambio automático de unas “tarjetas de visita” entre los terminales que comparten el mismo espacio durante un determinado período de tiempo, establecido en unos 15 minutos. Es un proceso transparente para el usuario. Estas tarjetas de visita, que en realidad son claves seguras que se generan a partir del identificador único de cada dispositivo Bluetooth, se mantienen almacenadas durante 14 días, que es el período medio de incubación del virus.


De forma periódica, nuestro teléfono se descarga las nuevas notificaciones de infectados (usuarios de la aplicación, lógicamente), una lista de claves que se compara con las almacenadas en nuestros terminales. Si alguna coincide, nos avisa de que debemos ponernos en cuarentena, porque hemos estado en contacto con alguien que ha dado positivo. Lo importante es que estos datos son anónimos. Ni sabremos a cuantas personas hemos podido infectar, ni sabremos quién ha podido infectarnos a nosotros.

La pelea ahora es la autoridad para gestionar esos datos. Algunos países, como Alemania o Reino Unido, quieren que esos datos se almacenen de forma centralizada. Otros, como Apple y Google, que la información no salga de nuestros teléfonos. Y aquí está el problema. Los Estados tienen herramientas para identificarnos de forma inequívoca a partir de esos datos. Si lo harán o no, ya no está en nuestra mano. Y eso implica una vulneración de la privacidad a mi modo de ver poco ética. ¿Quién vigila al vigilante?

La otra opción es la API de Apple y Google. Estos dos fabricantes controlan el 98,5 por ciento de los terminales que hay en el mundo. Han generado una plataforma de funciones que pondrán a disposición de los Gobiernos. Las claves serán aleatorias y cambiarán cada día. Todos los datos estarán cifrados. Y será voluntario activar este sistema. Las autoridades sanitarias de cada país son los únicos que podrán desarrollar una aplicación que utilice esa plataforma. Y ajustarán los parámetros según su criterio. Por ejemplo, un país puede decidir considerarte en riesgo si has compartido espacio durante 5 minutos con una persona infectada, mientras otro puede ampliar ese tiempo a 10 minutos.

No hay por ahora certezas ni plazos. Si llegaremos a usar estas aplicaciones ahora, o lo haremos si hay un rebrote. La estrategia la decidirán los Gobiernos. La cantidad de usuarios de la aplicación en España requeridos para que sea útil se ha calculado en torno a los 23 millones de personas. En cambio, la decisión o no de usarlas será individual. Apelarán, de nuevo a nuestra responsabilidad.

El otro día escuché una historia. Una alumna preguntaba a la antropóloga Margaret Mead cual consideraba ella el inicio de la civilización. Mientras los alumnos esperaban que respondiese que la aparición de herramientas o utensilios, ella contestó que la primera evidencia de civilización en una cultura era localizar un hueso roto curado. Lo razonaba diciendo que cualquier animal que se rompa un hueso, está condenado a la muerte. Un hueso curado significa que alguien ha ayudado a otro a superar su dificultad. Ayudémonos, pues. Cuidémonos unos a otros en esta sociedad de metro y medio.

   
Publicado en el Dominical de El Correo Gallego
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