jueves, 14 de mayo de 2020

Violencia en Internet: Grooming


            Llevo un rato delante del teclado sin escribir una sola línea. El tema de hoy es incómodo. Difícil de tratar. Pero como hemos de estar preparados, es necesario. Hay varios tipos de violencia por Internet. Hoy trataremos el peor, a mi juicio, de todos: el grooming o acoso sexual a menores en la Red.

            Grooming es un término anglosajón referido al acicalamiento social entre animales. Para diferenciar los términos es frecuente  referirse a este tipo de violencia como internet grooming o child grooming. Por definición es un conjunto de estrategias de Ingeniería Social que despliega un adulto a través de Internet para ganarse la confianza de un menor y obtener así concesiones de carácter sexual. Así de crudo.

            Cuando era niño, mi abuela Marinocha me decía cada vez que salía de su casa: “no hables con desconocidos”. No se olvidaba nunca. Hoy, es un poco más complejo, aunque al final, todo se reduce a lo mismo.

Resumir las fases del proceso  de grooming es simple en palabras, aunque más difícil analizar las implicaciones que derivan de ellas. Vamos por partes:

-         Primera fase.  Confianza. El adulto intenta establecer una relación de confianza con el menor. Usando programas de mensajería instantánea, redes sociales, plataformas de juego online o diversas combinaciones de ellas, van creando lazos emocionales. Es sencillo en redes sociales hacerse pasar por un chico o chica atractivos, o poner como foto de perfil la de un menor con aficiones y gustos similares al del objetivo (disculpen la frialdad de la palabra).

Los menores suelen tener poco cuidado, en general, con la información personal que publican en redes. Al groomer o pederasta no le resulta difícil hacer un perfil del niño o niña (realmente ellas son los objetivos mayoritarios) para poder acercarse a ellos hablándoles mediante chat de intereses teóricamente comunes.

-         Segunda fase. Aislamiento y control emocional. Una vez ganada su confianza, intenta aislar al menor de su red familiar. Para podernos poner en situación pensemos en una niña de unos 13 años. Plena adolescencia. Rebeldía con sus padres. Incomprensión. Ha encontrado a un chico superatractivo por internet. Llevan meses hablando por Whatsapp. Es maravilloso. Escucha sus problemas, siente que la comprende. Tiene un cómplice. Le habla como si fuese adulta. No como sus padres, que la tratan como una cría. Y es detallista. Le envía algún regalo. En secreto, claro. Los padres no deben saberlo. Una recarga de móvil, créditos para gastar en un videojuego. Se siente afortunada.

Puede hablar de cualquier cosa con él. Incluso de sexo, que es tabú en casa. Se siente cómoda. Poco a poco la relación se afianza. Los ratos libres entre clases se los pasa chateando desde el móvil. Por la noche, sin que lo adviertan sus padres, hacen videoconferencias por Skype. Se intercambian fotos. El envía alguna un poco subida de tono. No pide nada a cambio por el momento. La víctima se va desinhibiendo. Es una situación nueva, morbosa y excitante. Unas semanas después, el acosador empieza a pedirle que haga lo mismo. Presionando lo justo. Tiene experiencia. Tras dudar un poco, ella le envía una foto con poca ropa. El objetivo principal del delincuente, tras meses de trabajo se ha cumplido. Comienza la tercera fase.

-         Tercera fase. Chantaje. Una vez conseguida la foto o video de la menor, la va presionando a enviarle material más comprometedor. Él ha cambiado. Ya no es como antes. En cuanto la chiquilla se nota incómoda, se niega. Él le recuerda que tiene fotos y videos grabados con la webcam que no le gustaría que llegaran a sus padres. O a sus compañeros de clase. El chantaje ha comenzado. Empezará a pedir cada vez contenido más pornográfico o incluso pretender tener algún tipo de encuentro físico...

El final nunca está escrito. Las consecuencias para el menor sí, incalculables. En todos los ámbitos de su vida. En el mejor de los casos, depresión y ansiedad. En otros, el suicidio. Sentimientos de vergüenza, destrucción de su autoestima, pérdida de amistades... Una tragedia EVITABLE.

Lo es en la mayoría de los casos. Prevención es la palabra clave
-         Empieza por acompañar y supervisar los primeros contactos del menor con Internet. Sistemas de control parental.
-         Establecer una serie de hábitos de navegación seguros. En casa. Consensuados entre padres e hijos adolescentes.
-         Evitar las webcams en la medida de lo posible. Un trozo de cinta aislante sobre el objetivo es una solución rústica, pero efectiva.
-         Comunicación clara y concisa. Hablar de sexualidad o enamoramientos con naturalidad puede ayudar a un adolescente a detectar comportamientos extraños. Hablarles de que es el grooming y cómo sucede. Poner ejemplos claros.
-         Notificar cualquier intento de contacto de un desconocido por Internet. Bloquear el canal de comunicación. Por supuesto, no fijar encuentros de manera física.


¿Qué podemos hacer en caso de que alguien de nuestro entorno tenga un problema de este tipo?

  • Siempre ofrecer apoyo. El miedo a la culpabilización y la vergüenza les impide pedir ayuda. Son víctimas.
  • No denunciar las cuentas de los acosadores. El responsable de la web podría borrar su contenido. Bloquear la cuenta para no recibir mas mensajes.
  • No borrar ninguna información. Recopilar toda la que se pueda. Imprimir chats.
  • Denunciar ante las autoridades. Inmediatamente. Puede haber más menores afectados por el mismo delincuente. No ceder a chantajes.
  • Mantener la cabeza fría. Las actuaciones impulsivas en estos casos, aunque entendibles, pueden alertar al acosador de que algo va mal y dificultar su detención.
  • Aunque sea reiterado. APOYO. Confesar ser víctima es difícil y requiere valentía. Agradecer la confianza y no recriminar. El depredador es el otro.



Pongo el punto y aparte a un texto que desearía no tener que escribir. Que no existieran estas cosas. Que la sociedad hubiese cambiado a mejor en los últimos 30 años. Mi mente vuelve a recordar a mi abuela con nostalgia. Siento que mi hija pequeña se sube en mis rodillas. ¿Qué haces, papi? Vuelvo a la realidad. La miro a los ojos y le respondo, con la voz encogida : “Esperar al futuro, como siempre”   


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Publicado en el Dominical de El Correo Gallego
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