jueves, 9 de abril de 2020

Teletrabajo esencial


Mucha gente habrá oído por primera vez este término en el último mes. Otros muchos lo han experimentado como una especie de aurora boreal, un fenómeno difícil de observar por estas latitudes. Otros, espero que los menos, pensarán que eso es lo que hacen los que traen la comida a domicilio. El resto, entre los que me incluyo, estamos en el “selecto” grupo de los que estamos acostumbrados a ello.

Conste que quiero escapar del manido cliché del informático asocial de higiene disoluta que pregonan las películas de Hollywood. Ese lobo solitario que, desde su leonera-despacho le dice a su madre a gritos que no olvide comprar sus cereales favoritos cuando vaya a hacer la compra. No somos así, en general. Algún caso conozco, cierto, de un colega de profesión al que es más fácil ver por videoconferencia que tomándose un café. Pero somos los menos.

El perfil del teletrabajador en España es el de un autónomo, en su mayoría hombres, de edades entre 40 y 45 años. Las profesiones en las que más se observa este tipo de trabajo son las relacionadas con las nuevas tecnologías y comunicación. Pero somos una minoría. Aunque en otros países europeos el porcentaje de teletrabajadores se sitúa ya en torno al treinta por ciento, en nuestro país no acaba de arraigar.

La situación ha cambiado con la crisis del Covid19. Llevadas por las circunstancias, muchas empresas se han visto obligadas a facilitar de un día para otro el teletrabajo a sus empleados. Y aquí llega el problema. Los procesos de las empresas no están preparados. Las circunstancias actuales no ayudan. Y a muchos trabajadores les falta un proceso esencial de adaptación.

No les voy a mentir. Mi primera experiencia con el teletrabajo fue desastrosa. Mirando retrospectivamente, a aquel yo de hace 10 años no lo contrataría por muchas subvenciones que me dieran. La falta de productividad era dramática. Tomé la decisión coincidiendo con el nacimiento de mi primera hija. Podría conciliar, verla crecer y reducir gastos fijos durante la crisis económica que comenzó en 2008. El plan perfecto. No fue así.

Podría decir que el bebé no me dejó trabajar durante el primer año. Sería mentir. Entre su madre, mi suegra y yo podíamos hacer turnos que me permitiesen ser productivo al menos unas horas al día. Podría achacar a la falta de sueño de todo padre primerizo la pereza y los bostezos que se abrían paso entre el pijama que vestía todo el día, pero también sería mentira. La niña durmió ocho horas de un tirón desde los tres meses de vida. Podría contarles que me sumí en un proceso creativo, en un brainstorming constante, durante meses, Leyendo a expertos en emprendimiento para planificar el enfoque de mi actividad profesional. Pero, de nuevo, no estaría siendo sincero.

Sufrí el problema de todo teletrabajador novel. La procrastinación. Esta palabreja, se podría definir como antónimo al famoso refrán “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.
Ejemplos:
  •  Tardar 4 meses en leer un manual de autoayuda titulado Como ser un teletrabajador perfecto y no morir en el intento, o algo así. Y no terminarlo. 
  •  Levantarte de la mesa de trabajo a la nevera. Diez veces en una hora. Aunque vuelvas con las manos vacías. 
  •  Hacer un descanso del descanso para echar un vistazo a las redes sociales. Total, no hace falta levantarse de la mesa de trabajo. 
  • Terminar la jornada incluyendo en el recuento de horas laborables las tres horas que te has pasado entre Facebook y Twitter. 
  • Tumbarte un rato en el sofá para descansar tu maltrecha espalda. Es duro trabajar en casa. 

Podría seguir casi indefinidamente, pero seguiría procrastinando. La situación en la que se encuentran hoy muchas personas que tienen su primera experiencia con el trabajo desde casa, es bastante peor en muchos casos. La principal diferencia: los niños están en casa. A las labores habituales del hogar, hay que atenderles, hacerles la comida, ayudarles con los estudios, y, si nos queda tiempo, trabajar. Estas circunstancias hacen que, posiblemente, el balance de ésta época de teletrabajo no sea todo lo satisfactoria que podría haber sido.

Es muy probable que, después de esta pandemia, nuestros hábitos deban cambiar. También los laborales.  

Las ventajas del teletrabajo son muchas:
  • Reducción de costes para el empresario, con respecto a las infraestructuras necesarias, 
  • mejor conciliación para los trabajadores. 
  • Reduce emisiones contaminantes y aumenta las horas disponibles del día, al reducir los traslados, Permite la mejor integración de personas con discapacidad y en muchos casos aumenta la productividad. 

Por supuesto, tambien tiene desventajas: Falta de identificación con la empresa, aislamiento social de trabajadores, reducción de rendimiento por falta de adaptación… y otras muchas cosas que sólo pueden mejorar a base de ir implantando un sistema, de manera paulatina y sin pausa. Por supuesto, esto no va a cambiar de la noche al día. Flexibilizar jornada, unos días de modo presencial y otros desde casa, sería una opción interesante para empezar.

Con respecto a las herramientas, el correo electrónico se vuelve imprescindible, así como las aplicaciones para videoconferencia de las que hablábamos la semana pasada. El almacenamiento de los datos de la empresa en nubes o servidores privados es una manera estupenda de facilitar el acceso a los mismos de forma segura y jerarquizada. Herramientas colaborativas, como Trello, o plataformas colaborativas completísimas, como Office 365, que incluye Skype y Microsoft Teams, ambas gratuitas, son esenciales para garantizar la comunicación y el trabajo en equipo.

Algunos apuntes para que no les suceda lo que a mí y a otros muchos. O por lo menos, que sea a menor escala:
  • Marcarse un horario. Si no empezamos por madrugar, empezamos mal. Y si acabamos más tarde de nuestra hora también. Una rutina es lo más efectivo. Incluir descansos razonables, tanto en número como en duración. 
  •  No se trabaja en pijama. Jamás. El pijama es una prolongación de nuestro sueño. Adormila y nos amarmota. Atocina (me encanta el lenguaje literario). Una rutina similar a la que llevaríamos si saliésemos a trabajar es lo más sano. 
  • Mantener contacto con compañeros. No sólo de voz. También video. Una reunión a primera hora de la mañana sirve para meterse en ambiente rápidamente. Es recomendable fijar reuniones físicas con cierta periodicidad. 
  • Mantener una buena higiene postural. La silla es esencial. La pantalla, a la altura de los ojos. Cuidado con los reflejos en la pantalla. Aprovechar los descansos para estirar las piernas, hacer un poco de ejercicio ligero, ir a por el pan o a tomar un café rápido. Descansar la vista. Importantísimo. 

Paradójicamente, en la época que más teletrabajo hay en este país de su historia, me toca salir más que nunca para atender dificultades en las empresas con el mismo. Confinamiento inverso. Trabajo esencial.

Publicado en el Dominical de El Correo Gallego
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