jueves, 16 de abril de 2020

Sin ganas de aplaudir. De trincheras y fake news.


No es un buen comienzo ese título, lo reconozco. Pero es lo que me sale en estos momentos. Día treinta y tantos de confinamiento. He perdido la cuenta. La moral de las tropas cae en picado, utilizando, permítanme la libertad, este léxico castrense que se ha puesto de moda utilizar.

Es un vocabulario que pretende enardecernos, supongo que darnos algún tipo de “ardor guerrero”, como decía el himno de infantería que voceaba mi padre cuando era niño para despegarnos las sábanas el fin de semana. Subirnos la moral, de alguna manera. Personalmente, nunca me ha funcionado. Ni en aquellos sobresaltados despertares ni ahora. Será que no he vivido una guerra.

No he tenido esa experiencia (toco madera, como diría Raphael), pero sí que he estado aficionado al cine bélico. Pero por mucho que escudriño el horizonte, no veo bombarderos, ni baterías de costa como las que aparecían en Los cañones de Navarone. Tampoco veo siluetas de helicópteros que aparecen como fantasmales libélulas tras el humo de los obuses al amanecer de la magnífica Apocalypse Now. Lo que sí puedo adivinar son las trincheras. Trincheras hondas, profundas, que nos enfrentan como sociedad. Trincheras que nos hacen despreciar lo que nos rodea, obnubilados por una niebla de guerra que no termina nunca bien.

Eva, mi Pepito Grillo particular, la que me soporta, mi general, me recuerda que escribo una columna tecnológica, así que centraré el tema cuanto antes. Hoy les voy a hablar de las famosas fake news o bulos en castellano. Y de las trincheras. En tiempos de guerra, la propaganda militar es una herramienta muy valiosa. Todos la usan. Famosos son los ejemplos de Goebbles, ministro de Propaganda de Hitler o el cartel del Tío Sam señalándonos con la leyenda “I want you for the US Army”.

Hoy, en plena crisis mundial, la guerra de propaganda estalla con virulencia. Mentiras que circulan por redes sociales, televisiones, periódicos, ruedas de prensa oficiales… Y detrás vamos nosotros, como una masa, turba o rebaño, escojan ustedes la palabra. Retuiteando o dando un me gusta a los que reflejan lo que pensamos nosotros, aunque no haya por donde cogerlo. Rebatiendo sin ningún argumento posturas contrarias, sólo por eso, por estar en el otro bando. En la otra trinchera.

La guerra en las redes es sucia, como todas las guerras. Es sibilina. Es venenosa. Y es descorazonadora. Porque refleja la sociedad que hemos construido. El espíritu crítico no existe. No ha interesado jamás educarlo. El pensamiento libre está mal visto. Y si en redes tu postura es defender afirmaciones lógicas de ambos lados, la etiqueta no te la quita nadie. Depende del lado del que venga, será (originales ellos) rojo o fascista. Lenguaje de guerra.

El objetivo del artículo de hoy es el de dar unas herramientas que ayuden a distinguir la propaganda malintencionada de la información real. Me he inspirado en un hilo que escribió en Twitter @CarmelaRios. Son aplicaciones o webs que nos permiten, si nos interesa practicar el espíritu crítico, saber si la información que nos ha llegado es real o propaganda.

atrib: www.ifla.org/publications/node/11174
En primer lugar, tenemos la biblioteca de anuncios de Facebook. Nos permite saber si alguna noticia está siendo promocionada para que se difunda más. Es una manera muy habitual de crear falsas opiniones masivas. Sólo tenemos que acceder a www.facebook.com/ads/library y poner en el buscador la noticia o término que deseemos. También sirve para publicaciones en Instagram. No se necesita tener cuenta en Facebook para hacer consultas.

Habrán oído hablar de los bots estos días. Aunque hay muchos tipos, los social bots son los que están en boca de todos. Un bot es un programa informático diseñado para hacer alguna tarea automatizada. La mayoría de los bots que usamos son, por tanto, muy útiles. Los social bots son programas que, aplicados a cuentas de redes sociales, realizan publicaciones siguiendo un patrón. Un patrón interesado, en todos los casos.

Para poder ver estadísticas, historial de la cuenta, y a partir de los muchos datos que ofrecen aclararnos si es un bot, ha comprado seguidores para acumular más influencia o si sus comportamientos en redes sociales tienen pautas sospechosas, existen algunas herramientas. La primera es www.socialblade.com. Prueben con su cuenta de Facebook, Youtube o Twitter. Verán la cantidad de estadísticas que calcula. La segunda es una web de la Universidad de Indiana, que calcula, en un rango de 1 a 5 la probabilidad de que una cuenta sea un bot.

Otra web muy útil es tineye.com. Es una web que sirve para comprobar imágenes que hemos recibido por Whatsapp u otras redes sociales. Nos da información sobre las webs donde ha sido publicada, y las fechas. Lamentablemente, se intentan hacer pasar imágenes de hace años, o de otros lugares por hechos que están sucediendo aquí y ahora. Con la información que da esta herramienta es mucho más difícil que nos “cuelen” algún bulo fotográfico. Otra opción es Google Reverse Image search que realiza una función similar.

La misma función, pero con videos, cumple InVID, una herramienta de verificación desarrollada por la agencia de reporteros AFP. Tienen una aplicación y un complemento para navegador.

Para comprobar webs, con muchos datos, aunque quizá para algo más iniciados, está www.urlscan.io. Podemos analizar múltiples parámetros y sacar conclusiones sobre la fiabilidad de una página.

En fin. Las herramientas las tenemos. Pero también los sesgos. Tendemos a creer lo que nos interesa creer. Propongo dedicar un poco de tiempo a usar estas herramientas. No dejen que hagan esa tarea por nosotros. Las agencias de verificación pueden tener intereses. Eduquemos nuestro espíritu crítico individual para mejorar al colectivo. Que nuestra única trinchera sea la verdad.

Está el Gobierno planteando si legislar la limitación de información por redes sociales, para evitar las noticias falsas. Con todos los respetos y en mi opinión. Estamos en una crisis sanitaria. Hay muchos muertos. Legislen para una educación que cree ciudadanos ilustrados, con curiosidad, con opinión propia. No nos traten como a un rebaño de analfabetos. Mírense el ombligo y recuerden que los políticos, desde siempre, han sido los mayores emisores de bulos. Somos ciudadanos libres y adultos. Permitan que seamos nosotros los que decidamos quién nos miente y quien no.

Como comentaba al principio, no tengo ganas de aplaudir. En una guerra, sólo se aplaude al soldado ganador en el paseo triunfal. En esta guerra, lamentablemente, la victoria no va a tener dueño. Sólo duelo.

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Publicado en el Dominical de El Correo Gallego
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