lunes, 8 de junio de 2020

Ardor en las redes


Arden las redes. Quizá esta vez sea más cierto que nunca. Todos los lectores que posean una cuenta en alguna red social, sabrán a lo que me refiero. Está siendo una época movidita.  El espectáculo que dan, día a día, políticos de todo pelaje se traslada a las redes sociales de forma literal. Ruido, insultos, descalificaciones y etiquetas vuelan sin control, como una guerra de almohadas lapidatorias. Un ambiente irrespirable. Cuentas de partidos políticos, medios de comunicación, diputados y diputadas; lideran a golpe de soflamas partidistas a los bandos de borregos que día a día se maltratan dialécticamente como si estuviesen en un Sálvame eterno.

Todos buscan culpables. Todos son esclavos del “y tu más”. Todos tratan de destruir al que piensa diferente. En eso se parecen. En la intolerancia. Unos dan la cara, con nombre, apellidos y foto. Otros se aprovechan del anonimato que permiten estas plataformas para subir más el tono. Acosos organizados al que piensa diferente. Denuncias a la plataforma para que eliminen contenido o cuentas. Diálogo de sordos.

Somos esclavos de nuestros sesgos, como comenté aquí en más de una ocasión. Tendemos a consumir periódicos o canales de televisión que son coincidentes con nuestra forma de pensar. Nos llena de razón. Como el amo que acaricia la panza del cachorro. Pero esos sesgos nos acomodan. Creamos una cámara de eco en la que se amplifica toda opinión con la que estamos de acuerdo. Las opiniones disidentes han de publicitarse en su manifestación más grotesca, para ridiculizarlas. Y si protesta, lanzarse al cuello. Con todos los de tu cuerda detrás. Acoso total.

En eso se han convertido las redes sociales.  Plataformas que se utilizaban para conocer gente, dialogar con personas de todas partes, establecer contactos y enriquecerse a nivel personal, hoy han perdido parte de su espíritu. Hoy, la mayoría es una manada de cabestros enloquecidos que cornean a la voz de su amo. Si criticas por una barbaridad a un bando, y mañana haces lo mismo con el otro, te catalogan de equidistante. Los equidistantes somos lo peor. Los mensajes de concordia no son bienvenidos para una gran mayoría.

Gente que dice que los que crispan son otros, mientras rezuman mensajes de odio por los poros. Filósofos que no saben ni atarse los cordones dando lecciones de Historia y de intolerancia. Y a la vez, llamando fascista a quien no piensa como él. Bajo un seudónimo, claro. Normalidad democrática, lo llaman. Iluminados que piensan que la sociedad es un reflejo del gueto social y virtual en el que malgastan su tiempo. Gente animando pogromos al grito de libertad. Eso es en lo que nos hemos convertido.

¿Saldremos mejores de esta crisis? ¿Saldremos mas unidos? Permítanme que lo dude. Saldremos como lo que somos. Una sociedad desmemoriada que sólo mira a su ombligo. Que jalea a los políticos como si fuesen tertulianos de prensa rosa o jugadores de fútbol. Ése es el horizonte que tenemos.

No puedo hablar de políticos esta semana sin nombrar a  Donald. Parece que mirar al otro lado del charco, a Brasil o a EEUU nos crea un poco de alivio. Ya saben, mal de muchos, consuelo de tontos. El señor de los mil peinados, líder del mundo libre -siempre me ha fascinado esa expresión- se ha enfadado. Se ha cogido un berrinche de pelotas. Con Twitter. Les pongo al día. Resulta que el otro día, el ilustrísimo publicó un Tweet en el que decía que el voto por correo podía suponer un fraude.  La red social, ni corta ni perezosa, le puso una nota al pie sugiriendo que lo que decía Mr. Orange podía ser falso. Mira que no hay gente a la que corregir, y no lo hacen. Pero claro, la política de Stop Bulos y la defensa de los valores éticos de este mundo de lo políticamente correcto no podía dejar pasar una afrenta así. ¡Un político mintiendo en redes sociales! Intolerable. Vamos a enmendarle la plana. En público. A Trump.

El resultado, lo esperado. Una superorden superpresidencial del copón bendito. Para poner a esos descastados en su sitio. Y por una vez, sin que sirva de precedente, quizá tenga que darle la razón a su excelencia. Les cuento. Existe una ley en EEUU que se denomina Ley de Decencia de las Comunicaciones. En su artículo 230, exime de facto a empresas privadas de responsabilidad sobre lo que publiquen usuarios en sus páginas web. A esto se han aferrado compañías como Twitter, Facebook o Youtube para enraizar su crecimiento.  El problema es que estas compañías han empezado a censurar contenidos según sus propios criterios. Y ya había un rumor ensordecedor entre Republicanos y Demócratas sobre la conveniencia de cambiar esta ley.

Hay dos conceptos claves para entender esta polémica. Las compañías a las que me refería antes son consideradas en EEUU como Common Carriers, transportistas de datos, en virtud de esa ley. Los medios de comunicación, son otra cosa. No solamente publicadores de datos de terceros, tienen una línea editorial, anunciantes que satisfacer y deciden que información publican y cómo la publican. Les pongo un ejemplo. A un taxista (common carrier) no pueden condenarlo por cómplice de asesinato por haber hecho diligentemente su trabajo de llevar al asesino a la puerta del domicilio de su víctima. De la misma forma que una empresa telefónica no es culpable de las diversas conversaciones que se producen en sus líneas para cometer delitos. Ellos sólo ponen la plataforma, pero no se inmiscuyen en los hechos. Imagínense, y es mucho imaginar, que un taxista le dijese a un asesino que dependiendo de cual fuese su objetivo le llevase o no. O que Movistar dijese, en una alocución automática de esas que todos amamos:”Para conversación sobre fuga de capitales, pulse 1, le pondremos una línea segura a prueba de juicios. Para conspiraciones para tumbar al Gobierno, pulse 2 y ahora le enviamos un tanque a la dirección que indique” 

Desde el momento en que una empresa privada censura algún contenido, ya no es un transportista de datos. Se convierte en un medio de comunicación. Y eso le hace responsable legal de cualquier contenido que se publique en sus páginas. Twitter, Youtube y Facebook, llevan años jugando con una doble baraja en la que alegan que no pueden controlar las publicaciones de sus usuarios, mientras deciden mediante sus políticas y algoritmos, cual es el contenido a publicar para ganar más dinero y contentar a sus patrocinadores y anunciantes. Esa doble moral de publicar violencia y censurar pezones.

La orden ejecutiva de Mr. Cheeto, aunque puedan leer por ahí que supone censura, significa todo lo contrario. Si las redes sociales quieren seguir al amparo del artículo 230 de la Ley de Decencia de las Comunicaciones, han de dejar de censurar contenidos salvo que las autoridades judiciales del país lo ordenen. Si continúan censurando, serán tratados como medios de comunicación y se les hará responsables legales de las publicaciones de los usuarios. Lo que implicaría mucha más censura. En Europa ya seguimos este modelo desde hace años. Si tu escribes un blog, eres responsable legal, tanto de lo que tú publicas, como de los comentarios que se publican como reacción a tus artículos.

No se engañen, ni un panorama ni el otro es ideal. Existen redes sociales como 4chan, en las que no existe censura, que son absolutamente abominables. Y el exceso de censura para evitar consecuencias legales, convertiría a estas redes sociales en los Alpes de Heidi, o en otro medio de comunicación con sus sesgos e intereses. Lo que sí ha de tener freno es la doble moral a la que se acogen para establecer una censura a la carta, mientras no se hacen responsables legales de los contenidos. Porque podría parecer que tienen razón los que les acusan por todo el mundo de influir en elecciones por un puñado de dólares. Al fin y al cabo, son empresas.

¿A que no saben donde ha anunciado el Señor Tupé la orden ejecutiva? Efectivamente, en Twitter. Es un fenómeno. En fin, les dejo. Voy a por un Almax


Publicado en el Dominical de El Correo Gallego
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