jueves, 25 de junio de 2020

Visto en las redes



Hoy tengo que hacer una crítica. A todos los medios de comunicación. La noticia saltaba el día 9, a media tarde. Y no he visto titulares a 5 columnas, como corresponde a una revelación de tal magnitud. Ni ha abierto telediarios. Ni se han hecho sesudos debates entre tertulianos ultrapreparados. Menos mal que estoy yo aquí para mantenerles informados. Les cuento:

Resulta que el señor Presidente del Gobierno, ha anunciado un acuerdo con Gavi para apoyar con 50 millones de euros las investigaciones para una vacuna contra el COVID-19. Lo que no nos ha dicho el muy felón, es que Gavi es una farmacéutica maligna. Tan maligna como sus propietarios, Bill y Melinda Gates. Estos personajes son unos eugenésicos. Traduciendo, defienden la selección natural a partir de la eliminación de gente defectuosa genéticamente. Hasta aquí bien, todo normal. Solo sobrevivirán personas genéticamente perfectas como ellos, ejemplares modelo de la raza.

Pero el plan es más profundo. En las vacunas que diseña Gavi, introducen microchips y nanobots. Para recabar datos de la población. Los muy cabrones. Además introducen otros metales tóxicos, y el llamado “polvo inteligente”, que debe ser algo así como una mezcla entre cocaína y polvo de hadas, para hechizarnos y colocarnos al mismo tiempo. Y lo disfrazan de beneficencia. Desgraciados.

El objetivo final, como no puede ser de otra manera, dada la calaña de estos energúmenos, es que cuando se active la red 5G, se podrá controlar desde sus maléficas antenas a todos estos nanobots. Éstos, una vez conectados a la red 5G nos podrán obligar, ya que tienen colonizado nuestro cuerpo: a bailar reguetón en funerales, a votar a determinado partido político, a tirar las mascarillas y los guantes en las papeleras, o incluso a hacer saludos fascistas como si tuviésemos calambres repentinos en el brazo. Menos mal que existe Miguel Bosé, porque si esperásemos por los medios de comunicación estaríamos en la ignorancia. Bandidos.

Menos mal que Miguel Bosé es la Resistencia, como se autoproclama en su último Tweet con el hastag #YosoylaResistencia contra Pedro Sanchez “el Salvador” (sic) y contra la vacuna del Covid que nos convertirá en borregos a todos. Pero aunque él sea la Resistencia personificada, hay muchos más. Son Legión. Sacrificados partisanos que queman antenas 5g para evitar el control masivo de la población. Malditos chinos espías que mediante empresas como Huawei van perlando el mundo de una red de tecnología que nos convertirá en dóciles borregos. Hay fotos circulando por internet de los microchips que montan en estas antenas. En las imágenes, se aprecia claramente que está grabada la palabra COVID en su superficie. Estúpidos. Podían disimular un poco, yo que sé, poniéndolo al revés, DIVOC, por ejemplo. O mejor, grabar en los chips la frase “este dispositivo no sirve para controlar a personas”. Para, por lo menos, poder eludir responsabilidades.

Nuestra sociedad está despertando. Sólo necesitaba un meneo para empezar a percatarnos de las injusticias que pueblan el planeta. Y es el momento de solucionarlo. La lucha está en muchos frentes. Uno de los primeros es el racismo. El asesinato cruel de George Floyd en Minneapolis por parte de un policía ha causado un escalofrío mundial. Un agente de la ley lo ahogó hasta matarlo poniendo la rodilla sobre su cuello. No es la primera vez. Los llamados disturbios raciales, provocados siempre por episodios violentos e injustos contra afroamericanos han marcado la Historia de los EEUU. Y han provocado cambios. Ahí están nombres como Martin Luther King, Rosa Parks, Malcom X, Rodney King o ahora George Floyd. Nombres que se asociarán para siempre al movimiento por los derechos civiles en Norteamérica.

Pero el movimiento de Resistencia va más allá de la lucha legítima contra el racismo. Hay que acabar con todo vestigio. Novelas y películas como Lo que el viento se llevó son intolerables. Un blanqueo del esclavismo. Racistas como Churchill, que luchó como en una pelea de gallos contra otro racista pero más bajito y con bigote. Monumentos como las Pirámides son un recuerdo permanente de la mano de obra esclava. no pueden seguir en pie ni un minuto más. La antigua canción del anuncio de Colacao, o el Blues del esclavo, de Mecano. Colón y Hernan Cortés, los Hitler de su época. Y quizá, y sólo quizá muchos de los que están en la calles de Estados Unidos deberían renegar de sus abuelos por arrebatar sus tierras a los Indios. Quemar libros como La cabaña del tío Tom. Eliminar de las videotecas y plataformas online series como Friends, porque no salían afroamericanos. O El señor de los anillos, del fascista de Tolkien. O Harry Potter. O Homero.

La nueva rectitud moral que se impone en las redes, de lucha contra la injusticia y la discriminación de minorías debería hacernos reflexionar a todos. Porque la denuncia de la injusticia es siempre correcta, pero cuando se forman peleas por a ver quien lucha más alto y mas fuerte, se producen incongruencias. Perdemos el norte.

Homenajeamos a George Floyd tomando la misma postura, o muy similar a la que tenía el agente de policía cuando estaba acabando con su vida. Gritamos “no puedo respirar” en honor al fallecido en una manifestación sin guardar distancia de seguridad en medio de una pandemia. Se demoniza todo lo que no huela a políticamente correcto. Aunque sea de cinco siglos atrás.

Ése es el panorama que tenemos en las redes. Y, visto lo visto, se está trasladando a las calles. Ahora mismo tengo complejo de ciudadano éticamente relajado. O de moral difusa. Me duelen las injusticias, cómo no. Pero me cuesta indignarme. Me entristece la cantidad de personas que se ha llevado la pandemia por delante, pero al mismo tiempo me siento aliviado porque yo y los míos seguimos aquí. ¿Podemos cambiar la historia? Desgraciadamente no. ¿Podemos reescribirla? Por supuesto, pero eso no significa que la nueva verdad histórica sea más cierta que la que nos contaron. ¿Y como vivimos entonces? Mi opinión, aunque imponga respeto darla en estos días, por evitar pogromos… que intentemos mejorar el futuro. Que exijamos a nuestros dirigentes ese objetivo. Y que les hagamos responsables si no lo cumplen.

Derecho a una vivienda digna, a tener comida, trabajo. No ser discriminados por nuestras ideas, creencias o raza. Derecho a la educación. Llevamos demasiado tiempo viendo como se priva a los ciudadanos de sus derechos. Y no son una minoría. Empecemos por ahí. Paso a paso y sin estridencias. No hagamos caso al ruido. No juzguemos el pasado con los ojos del presente. Del pasado se aprende, no se vive en él.

Yo reivindico desde aquí mi derecho a escuchar canciones de Olé Olé mientras cocino. O la Pantoja. O a intentar buscar nanobots con antenas 5G en las vacunas. Que viendo las que tienen los routers wifi, y no dan cobertura a toda la casa no sé cómo se arreglarán para inyectarlos.

Mientras leo un hilo de Twitter con un cálculo del tamaño de las antenas que deberían tener esos nanobots, y me entretengo buscando noticias sobre el cocodrilo-nutria del Pisuerga, veo pasar tweets discriminando, descalificando, insultando,y ridiculizando al que piensa diferente. Luchando contra las injusticias.

Necesito unas vacaciones.



Publicado en el Dominical de El Correo Gallego
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