Siempre
me han gustado las viejas películas del Oeste. Son hijas de su tiempo, como
muchos otros recuerdos de infancia. Para mí, evocan muy buenos ratos en tardes
de invierno con toda la familia. Eran bastante estereotípicas, es cierto, pero
tenían personajes deliciosos. Mi favorito era el indio rastreador. Su imagen
arrodillado, escudriñando signos invisibles para los no iniciados. Una rama
rota, una hoja de un arbusto perenne desprendida, un aroma traído por el
viento, una marca inapreciable en la arena del desierto. Les enseñaban desde
niños estas técnicas ancestrales para prepararlos para la caza. Primero, de
ciervos. Luego, de incautos vaqueros que no sabían por donde les venían. De
aquellas huellas que seguían los indígenas vienen otras, más actuales, pero que
dejamos de manera tan inadvertida como lo hacían los pistoleros. Las huellas
digitales.
La huella digital (no confundir con huella dactilar) de
una persona se define como el rastro que dejamos al navegar e interactuar en
Internet. Cualquier acción que realizamos desde nuestros ordenadores o
dispositivos móviles, genera unos datos que van conformando nuestra identidad
digital. Cada día que pasa, nuestra huella digital va creciendo de un modo que
difícilmente podemos cuantificar.
Hagan ustedes un experimento. Busquen entrecomillado su
nombre en Google. Pueden sorprenderse con cosas que no recordaban ni que
existían. Otro experimento. Vayan a Google Maps y en el menú pulsen sobre “Tu
cronología”. Elijan una fecha. Si está activado al historial, podrán ver la
ruta completa que realizaron ese día concreto. Cuantos kilómetros a pie,
cuantos en coche, donde pararon a comer e incluso acompañando a modo de
documental gráfico, las fotografías que sacaron en esos lugares. O si compraron
churros en un puesto callejero.
Esta es una manera muy visual de hacernos una idea de lo
que es la huella digital. Desde myaccount.google.com podemos activar o
desactivar todo éste seguimiento. También tenemos un tutorial que nos ayuda en
el ajuste de nuestra configuración de privacidad. Es bastante transparente si
sabemos dónde hacerlo.
Lamentablemente, hay otros tipos de datos sobre los que
no tenemos tanto control. Bien sea por desconocimiento o por dejadez, parece
que no valoramos nuestra privacidad digital tanto como la física. Espero que
estas líneas ayuden algo en lo que respecta a la falta de conocimiento. Yo
haría dos categorías básicas, los accesos a internet desde ordenadores y los
accesos desde dispositivos móviles. Hoy hablaremos de la navegación desde
nuestros equipos de sobremesa o portátiles.
Desde un ordenador, casi siempre interactuamos con
internet mediante un navegador. ¿Les ha pasado que compran, por ejemplo, un
ordenador portátil por internet y durante una temporada sólo ve anuncios de
ordenadores portátiles? ¿O que hacen una búsqueda de posibles destinos para las
vacaciones y luego no dejan de recibir correos de agencias de viajes? Bien,
aquí entran en juego dos elementos claves:
En
primer lugar: las cookies. Las cookies son unos pequeños archivos de texto que
almacenan en nuestros equipos los sitios web. Con ellas, mejoran la experiencia
del usuario, priorizan temas de interés en base a visitas anteriores, y
agilizan gestiones previas en páginas de tipo comercio electrónico. Que los
artículos agregados a un carro de la compra virtual estén allí cuando vuelve a
visitar la página una semana después, es gracias a estas cookies.
En
segundo lugar: el muy popular en la actualidad Big Data. ¿Qué es? Es una
especie de estudio de mercado. Un megaestudio de mercado. Supongan que varias
compañías adquieren las cookies de millones de usuarios a lo largo de un año.
Cookies y otros datos que podemos generar mientras navegamos por internet.
Edad, sexo, lugar geográfico donde vivimos... Ya tienen un conjunto enorme de
retratos digitales de personas para que entren sus indios rastreadores. Estos
rastreadores hacen muy bien su trabajo. Crean perfiles. Hacen campañas de
marketing especializadas para cada usuario.
No me
importa si hacen campañas publicitarias más ajustadas para los intereses de
cada persona, dirán ustedes con buen criterio. El problema es cuando los que se
hacen con esos datos tienen menos escrúpulos que John Wayne bebiendo whisky en
un vaso. Y la única higiene conocida de
ese vaso es la del trapo que cuelga del delantal del barman del saloon. Y aquí
llega el problema. Crear perfiles por tendencias políticas. Religiosas.
Sexuales. ¿A que ya no suena tan inócuo?
Muchos organismos en el mundo están utilizando el Big Data con fines
poco edificantes. Es cierto que la legislación Europea sobre protección de
datos de 2016 pone cierto freno a los abusos que se permitían con los datos
recopilados de los usuarios. Pero no es suficiente.
Como
usuarios, debemos ser conscientes de que nuestra privacidad digital es un
derecho tan fundamental como el que poseemos de manera física. Por ello debemos
tomar ciertas precauciones. Conocer nuestro programa de navegación. Todos
tienen unas opciones de privacidad en el menú en el que podemos configurar como
queremos que se comporten con respecto a rastreadores. Suelen tener también
varios modelos predefinidos para los no iniciados. Un modo estándar, o un modo
estricto que protege más, aunque puede producir errores en algunas páginas. Con
respecto al almacenamiento de cookies, podemos ordenar que se eliminen cada vez
que cerremos el navegador.
Además
de esto, todas las páginas web alojadas en la UE, tienen que advertir cuando
entramos de su política de tratamiento de datos. El famoso anuncio de las cookies en el que
todos pulsamos la opción de aceptar por defecto. Bien, todos esos anuncios nos
dan la opción de personalizar nuestras preferencias y guardarlas para futuras
visitas. Decidir qué puede hacer el propietario de la web con los datos que
recopila. Si puede almacenarlos indefinidamente. Si los puede ceder a terceros.
Si puede almacenar nuestra ubicación geográfica. Hay que dedicarle un poco de
tiempo, pero nuestra privacidad lo vale.
En el
próximo artículo les hablaré sobre la huella digital creada por nuestros
dispositivos móviles. Verán que su administración es algo más extensa y
compleja. Pero dedicándole algo de tiempo, y un poquito de esfuerzo, estaremos
mejor preparados que los vaqueros de hace más de un siglo. Evolución lo llaman.
Publicado en el Dominical de El Correo Gallego
Cualquier duda o aportación: zonatic@kubytera.com
Photo Indio by plax on Foter.com / CC BY-NC-ND
Foto "Huellas" por J. Trallero
No hay comentarios:
Publicar un comentario