lunes, 1 de abril de 2019

El principito enloquecido


No, no hay doble sentido. El todo por la parte: los que han enloquecido han sido los traductores.

"El Principito" sigue siendo un mágico cuento para niños, que aúna certeza e imaginación, asi pasen cien años

El problema está en las traducciones:

Unos quieren convertirlo al Klingon -un idioma poco usado, pero muy denostado- y otros convertirlo al lenguaje inclusivo del que ha hecho bandera el feminismo excesivo y cercenador.

Como curiosidad me parecen entretenidas ambas versiones: tanto la Klingon como la Inclusiva -siendo el klingon un idioma y la inclusividad una tendencia-. La diferencia radica en que la versión en Klingon no pretende ilustrar a ningún niño/a atreviéndose, además, a no ser fiel a la traducción y los dibujos de St Exupery.

Los editores de la versión Klingon son conscientes de la rareza de su versión y de las coñas pertinentes... y a ver quien se atreve a hacer una broma sobre una versión de la principesa en la que ni zorro, ni zorra y la serpiente que se traga a un elefante se convierte en un volcán. Con la excusa de no dañar la mente de los niños hipertrofiados con imágenes de animales comiéndose unos a otros. No insisto más en lo burlesco del tema.

Pero no tomemos a los niños por tontos.

Quién quiera escribir cuentos desde la perspetiva actual, enfocados a las nuevas generaciones, con valores e ideas que ahora están en boga... que lo haga. Y me parece lógico y muy lícito y a los infantes seguro que les encantan.

Pero reinterpretar y reescribir libros de otras épocas es una estupidez: sea el Mein Kampf, la Biblia-de la que ya hay interpretaciones suficientes-, los Tres Mosqueteros, La cabaña del Tio Tom o La casa de Bernarda Alba -ya de esta historia hablamos otro día-.

Dejemos que los lean tal y como fueron escritos, con la visión de sus autores, ubicada en el tiempo y lugar donde fueron escritos y dando todas las explicaciones que haya que dar al respecto.

Otorguemos lucidez a nuestros hijas y nuestras hijos, para que sepan entender los libros que vayan leyendo, según su tiempo y lugar... y que ellos saquen sus conclusiones. Yo prometo respetar las de mi hijo aunque no coincidan con las mías.

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